Recuérdalo: nadie puede decidir por ti. Todo lo que la sociedad te ha impuesto, toda su moralidad, sólo sirven para inutilizarte. Tienes que decidir por ti mismo, tienes que tomar tu propia vida en tus manos. En otro caso, la vida llamará a tu puerta y tú no estarás allí; siempre estarás en otra parte.
Si ibas a ser bailarín, la vida sale de esa puerta porque la vida piensa que ya deberías ser bailarín. Llama a esa puerta, pero tú no estás: eres banquero. ¿Cómo iba a saber la vida que serías banquero? La vida llega a ti de la forma que tu naturaleza quería que fueras; solamente conoce la dirección, pero nunca te encuentra allí, porque estás en otra parte, ocultándote tras la máscara de otro, con el atuendo de otro, con el nombre de otro. La existencia sigue buscándote. Conoce tu nombre, pero tú has olvidado ese nombre. Conoce tu dirección, pero tú nunca has vivido en esa dirección. Te has dejado distraer por el mundo.
Un testigo no es un espectado. Un espectador es indiferente, es apagado, está en una cierta especie de sueño, no participa de la vida, tiene miedo, es un cobarde. Se queda al costado del camino y solamente se limita a ver cómo viven los demás.
Y eso es lo que tú estás haciendo toda tu vida. Cualquier otro actúa en la película y tú lo ves ¡Eres un espectador! La gente se queda pegada en sus asientos durante horas y horas, frente a sus televisores… son simples espectadores también. Alguien canta, alguien baila y tú solamente lo miras. Alguien ama y tú solamente lo ves, no participas.
Entonces, ¿qué es un testigo? Un testigo es alguien que participa, y así y todo se mantiene alerta. Un testigo está en el estado de wei-wu-wei… esa es la palabra de Lao Tzú, y quiere decir acción a través de la inacción.
Un testigo no es alguien que se escapó de la vida, sino alguien que vive en la vida mucho más totalmente, mucho más apasionadamente, pero así y todo, se mantiene como un observador en lo más profundo de sí mismo, sigue recordando: “Soy una conciencia».
Prueba, caminando por la calle acuérdate que eres una conciencia. El caminar sigue su curso, pero ahora le agregas algo nuevo, una nueva riqueza, una nueva belleza. Le pones algo de tu interior al acto exterior, te conviertes en una llama de conciencia, y entonces el caminar tiene un goce totalmente distinto. Estás en la tierra y sin embargo tus pies no tocan el suelo en absoluto.
Osho
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