Al sumergirnos en un estado meditativo, nos volvemos conscientes de que no somos los protagonistas de las películas que proyecta nuestra mente y nuestros pensamientos. En este estado, aprendemos a ser observadores imparciales y a liberarnos de la identificación con nuestras experiencias mentales, lo que nos otorga una mayor comprensión y paz interior.

Vivir en estado de meditación es un ejercicio continuo que no se aprende únicamente mediante lecturas o conferencias, sino que se experimenta día a día. Es una experiencia de amor y entrega, donde el estado de conciencia se profundiza con cada instante de estar presente. Al conectar con nuestra conciencia, descubrimos que nuestra mente no puede existir sin ella, y comprendemos que ese estado de conciencia puede prescindir de la mente, pero la mente no puede vivir sin la conciencia. Al ejercitar la meditación en nuestra vida cotidiana, nos descubrimos como el espectador que elige ver ciertas películas de nuestra mente, sin identificarnos con ellas por completo. Aceptamos la presencia de nuestra mente y nos conectamos con nuestra propia conciencia, fuente de paz, armonía, equilibrio, amor, plenitud y dicha, transformando así nuestra forma de vivir en un estado meditativo que nos permite estar aquí y ahora, en completa integración con nosotros mismos.